martes, 12 de mayo de 2009

REFLEXIONES VARIAS EN TORNO A UN ANIVERSARIO

Paco Córdoba. C.E.PER. "Medina Bahiga" de Priego de Córdoba

Cae oportunamente por estas fechas en mis manos una definición de la Comisión
Europea de Educación: "el Aprendizaje Permanente es toda actividad de
aprendizaje útil, realizado de manera continua, con objeto de mejorar la
cualificación, los conocimientos y las capacidades, potenciando así el
desarrollo pleno de las personas".
Ante este 25 Aniversario, muchos maestros que trabajamos en la enseñanza con
personas adultas, la actualmente denominada Educación Permanente, siempre
hemos pensado que además el aprendizaje debe de ser un proceso reflexión
crítica pues solo así las personas podrán asumir con dignidad las exigencias
de su libertad individual y su responsabilidad colectiva. Y esto era asumido
por la Ley de Educación de Adultos de Andalucía. Y debe –debería- de estar aún
más vigente en esta época de crisis por la que atravesamos.

¿Qué currículo? ¿Qué propuesta cultural complementaria y adaptada hacer desde
los CEPER para que nuestros alumnos vivan en la sociedad del siglo XXI,
dispersa, globalizada y desorientada? El profesor José Gimeno Sacristán
señalaba que "Educación es conocer, pero debe de implicar también reflexión
sobre la propia cultura, sobre la cultura necesaria para vivir "con otros" y
que cumpla el papel de construir vínculos sociales en un contexto
multicultural". Y en esto –añado yo- el papel de los Centros de Educación
Permanente es vital.

Nuestra programación didáctica en los CEPER surgió bajo un enfoque
globalizador en consonancia con aquella Orden de 10 de agosto de 2007, por la
que se regulaba el Plan Educativo de Formación Básica para Personas Adultas.
Dicha orden recoge los diferentes ámbitos de Educación Permanente
"Comunicación, Tecnológico y Social" que deben organizarse teniendo en cuenta
el enfoque globalizador e integrador que caracteriza a dicha educación.

La programación y las Unidades Didácticas, antes y ahora, como cualquier
planteamiento, metodológico, aún deben tener un carácter globalizado e
integrado atendiendo a las características propias del pensamiento. Este
enfoque consiste en organizar los Contenidos atendiendo a la naturaleza del
pensamiento y de la realidad, ambas entendidas de forma globalizada. También
es una manera de enseñar conectada a un modelo educativo constructivista que
defiende, como principio básico la idea del aprendizaje significativo. Para
que el aprendizaje sea significativo deberá establecerse una conexión entre
nuevo conocimiento y lo ya adquirido por parte del alumnado, amén de tener en
cuenta su realidad.

El enfoque globalizado posibilita que las Unidades Didácticas se planteen en
clave de: división del currículo en materias; que las actividades tengan
sentido y significado completo; potencia el aprender a aprender. posibilita la
variedad y flexibilidad organizativa; permite aún plantear un proceso de
enseñanza-aprendizaje basándose en: Centros de Interés, Proyectos de Trabajo,
Metodologías investigativas, etc.

Entre las finalidades y objetivos generales (del ámbito de Comunicación por
ej.) está entre otros el desarrollar una competencia comunicativa eficaz
efectuando un análisis crítico de la realidad próxima a la vez de fomentar
actitudes positivas hacia la lectura para comprender que existen diferentes
razones (históricas, sociales, culturales, geográficas, etc.) que explican la
diversidad de los grupos humanos y que hay que fomentar actitudes que
desarrollen la necesidad de solucionar conflictos.

Y es que creo que la Educación Permanente, tras 25 años y la necesidad
indiscutible de adaptarse a los tiempos para poder afrontar nuevos retos
-legislaciones aparte- debe de seguir siendo socialmente comprometida y
crítica. Y para que ello así sea, en gran parte y más que nunca, eso está en
manos del profesorado. Entiendo que nuestros Centros de Educación Permanente,
a pesar de los cambios que los encorsetan, aún deben de ser también focos
dinamizadores socio-culturales de nuestros barrios y pueblos, como lo fueron
en los primeros tiempos: promotores de asociaciones de vecinos o culturales,
cine-clubs, conferencias, etc. e incluso comprometidos con su entorno. A buen
entendedor sobran palabras. Todo lo demás será convertirlos de aquí a poco en
meras academias nocturnas y a nosotros los maestros en expendedores de
títulos.

No quisiera dejar pasar la oportunidad al escribir estas líneas y, cambiando a
otro tema más personal, -desencuentros ideológicos aparte, que seguramente
tocarán mejor que yo otros compañeros-de escribir sobre los sentimientos que
en mí provocan este aniversario.

Ahora también me doy cuenta que cumplo por estas fechas los 25 años de trabajo
en la enseñanza, junto a muchos compañeros/as de la hoy llamada Educación
Permanente. Debo estar haciéndome mayor y, no es que sea yo muy proclive a
festejar supuestos hitos que tienen más que ver con la magia y el simbolismo
de los números pero, en estos días, me descubro -sin querer- haciendo un
recuento de lo que para mí ha significado dedicarme a esta tarea en vez de
tener un profesión distinta. Y entre algunos sinsabores constato que lo que
más recuerdo en Educación Permanente son instantes llenos de emociones. De
emociones hasta las lágrimas.

Entre niveles por los que he pasado, que han sido todos -¡y quién no!- no ha
habido ninguno como el de la Alfabetización pura, aquella de los primeros
tiempos. Para mí no ha habido nada más gratificante de ayudar a una persona a
desentrañar los signos para aprender a leer. Y he vivido instantes
inolvidables.
Recuerdo algún hombre que, tras animarle a leer su primer párrafo completo,
descubría con asombro que lo había entendido y, emocionado, simplemente me
apretaba el brazo y no podía hablar. Pero lo que más me impresionaba eran las
lágrimas de las mujeres que, dando rienda suelta a sus emociones, rompían a
llorar sin remedio y a moco tendido por haber leído por vez primera una simple
frase ("Paco: ¿de verdad dice eso? No me engañes."). Yo tenía que hacer
verdaderos esfuerzos porque no se me saltaran las mías y, aún hoy, pasado
tanto tiempo, me emociono tan solo con recordarlo.
Mujeres y hombres de mis primeros destinos. En especial mujeres del entonces
marginal barrio de Las Costanillas de Córdoba; o los escasos hombres de
Villanueva en el Valle de Los Pedroches; o las inolvidables alumnas del
pueblecito de Castil de Campos promotoras de tantas cosas; o los admirables
alumnos inmigrantes en Priego en La Subbética. Algunos/as ya no están entre
nosotros, pero de todos ellos aún soy capaz de recitar sus nombres y recordar
que, contra viento y marea –incluida la familia y vecinos- buscaron un hueco
para aprender.

Lágrimas también hubo de quien lloraba de rabia y miedo porque no le dejaba su
marido ir a clase. Escenas también de rebeldía cuando el chulo e ignorante
del marido tenía la cara de aporrear la puerta de la clase exigiendo que
saliera su asustada esposa porque había llegado a casa y no estaba la cena.
("Si tienes h… entra" –le respondían sus compañeras). Lágrimas de más de un
maltrato encubierto. Lágrimas de mujeres en especial, inmigrantes, cuando sus
maridos las retiraban de clase porque descubrían que había en ellas otros
hombres. Lágrimas amargas y en soledad, también, de este maestro ante más de
un abandono por causas que intuía inconfesables. Y admiración, angustia y
culpabilidad de vuelta a casa también, ante otros alumnos inmigrantes sin
techo, llegados en pateras o en contenedores y que sin embargo no faltaban
nunca a clase por la noche tras horas de duro trabajo…

Ya lo dije más arriba: me descubro haciendo un recuento de estos 25 años de
Educación de Adultos. Y, sensiblerías aparte, me emociono. Debe ser que los
intensos 25 años pasados en Educación Permanente, con sus luces y sus sombras,
no han sido poca cosa o que me estoy haciendo mayor. Pensándolo bien, me temo
que ambas cosas.

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